¿La unidad, la catolicidad, la apostolicidad y la santidad de la
Iglesia, cómo se hacen vida en la existencia del creyente como obra del
Espíritu Santo?
La unidad
en el amor es fruto de la presencia del Espíritu, no sólo en la Institución,
sino en la cotidianidad de los creyentes; el Espíritu Santo continúa su obra
santificadora en nuestro diario vivir cuando nos impulsa a vivir
conscientemente los Sacramentos, cuando nos interpela y nos hace tomar en serio
nuestra triple misión de bautizados, cuando hace que la celebración diaria de
la Eucaristía sea novedosa, rica y transformadora, cuando logra que dejemos el
egoísmo y trabajemos por la unidad en medio de la diversidad y la adversidad,
como lo diría concretamente:
La nota básica de la unidad eclesial se fundamenta y
define desde la ontología y la teología creacionista. Por ser la Iglesia la comunidad de
los creyentes, que imita y testifica la comunión trinitaria de Dios, la estructura
de esa unidad tiene que responder a la unidad de Dios. Y como la experiencia
divina trinitaria demuestra que la forma suprema de la unidad es el amor que
unifica lo diferente, la unidad eclesial no debe entenderse según el modelo de
la suma uniformadora o mezcladora de lo particular y distinto. La Iglesia es una comunión en
la cual, por virtud del Espíritu de Cristo, las personas no se definen por su
oposición, sino por su colaboración y servicio mutuo, y así llegan a una
comunión nueva de fe, esperanza, amor, celebración, plegaria, sufrimiento y
actuación. Cfr. (VI, 1965)
La unidad concreta y externa de la Iglesia católica es una
unidad triple, que se fundamenta <en la confesión de una fe, en la
celebración común del servicio divino y en la armonía fraterna de la familia de
Dios>. A esta triple unidad sirve especialmente la triple función del
ministerio episcopal (el ministerio de la doctrina, de la dirección y de la
santificación) la predicación creyente del evangelio, la administración de los
sacramentos y la dirección en el amor. La
unidad eclesiástica es una unidad en la pluralidad, porque la propia Iglesia es
un fenómeno multiforme y complejo. La unidad se constituye de forma diversa por
cuanto los procesos fundamentales de la misma Iglesia son diferentes (martyria,
leitourgia, diakonia). Y es una realidad articulada, porque la Iglesia existe en formas
básicas diferentes, mutuamente relacionadas (Iglesia doméstica, Iglesia local,
Iglesia episcopal, Iglesia universal). (VI, 1965)
También existe la unidad que no es uniformidad, ni
simplemente confesionalidad es la unidad interconfesional:
Esta Iglesia (de Cristo), constituida y ordenada en
este mundo como una sociedad, permanece en la Iglesia católica,
gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con Él, aunque
puedan encontrarse fuera de ella muchos elementos de santificación y de verdad
que, como dones propios de la
Iglesia de Cristo, inducen hacia la unidad católica. La
verdadera Iglesia de Cristo y la
Iglesia concreta, histórica y socialmente organizada de este
mundo, no deben separarse ni disociarse, que la Iglesia católica
representa al menos una forma de manifestación sustancialmente fiable de la Iglesia de Cristo, pero
que no reúne en si de forma exclusiva todo el simbolismo eclesial y que cual
signo eclesial, más bien necesita de una renovación constante y de un avance
continuo hacia la unidad perfecta. (VI, 1965, pág. # 8)
Así como la fuerza del amor, que no es otra cosa que
la presencia del Espíritu Santo crean y recrean la unidad, de igual manera,
generan en la Iglesia la apostolicidad. Que consiste en reconocer su
institucionalidad y su devenir en el tiempo: “Instituciones de la apostolicidad: la peculiar
apostolicidad de la Iglesia
consiste en las funciones mutuamente relacionadas de Sagrada Escritura,
tradición creyente eclesial (especialmente de la regla y de la confesión de fe)
y ministro episcopal”. De esta manera se
comprende lo que comúnmente llamamos en nuestra Iglesia la sucesión apostólica
que consinte en:
La sucesión Apostólica de los Obispos es una nota
esencial de la
Apostolicidad de la Iglesia , porque expresa de una manera
institucional específica la estructura sacramental de tradición y sucesión: la
tradición se da aquí en forma de un ser elegido, de una delegación y de un
testimonio personales. Y la sucesión acontece aquí (mediante la consagración y
la imposición de manos) como servicio a la palabra, que se ha de proclamar y
transmitir. De ahí que en el ministerio episcopal coincidan la persistencia en
la palabra apostólica (el especial cometido eclesiástico del obispo) y la
sucesión del apóstol en el testimonio autorizado. Cr. (II, 2003)
La santidad de
nuestra Institución
Por eso el reto para
el hoy de la historia, es dejarnos mover por el Espíritu Santo, para que
haciendo buenas obras, los demás glorifiquen la santidad del Padre.
Bibliografía
II, J. P. (17 de Abril de 2003). www. Vatican va.
Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia - La Santa Sede . Obtenido de
www. Vatican va. Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia - La Santa Sede :
https://www.google.com.co/search?q=La+sucesi%C3%B3n+Apost%C3%B3lica+de+los+Obispos+es+una+nota+esencial+de+la+Apostolicidad+de+la+Iglesia%2C+porque+expresa+de+una+manera+institucional+espec%C3%ADfica+la+estructura+sacramental+de+tradici%C3%B3n+y+sucesi%C3
VI, P. (1965). El
Pueblo de Dios. En P. VI, Lumen Gentium (págs. 34-108). Vaticano: BAC.
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