domingo, 17 de mayo de 2015

La Unidad, catolicidad, apostolicidad y santidad de la Iglesia en la vida del creyente

¿La unidad, la catolicidad, la apostolicidad y la santidad de la Iglesia, cómo se hacen vida en la existencia del creyente como obra del Espíritu Santo?



     La unidad en el amor es fruto de la presencia del Espíritu, no sólo en la Institución, sino en la cotidianidad de los creyentes; el Espíritu Santo continúa su obra santificadora en nuestro diario vivir cuando nos impulsa a vivir conscientemente los Sacramentos, cuando nos interpela y nos hace tomar en serio nuestra triple misión de bautizados, cuando hace que la celebración diaria de la Eucaristía sea novedosa, rica y transformadora, cuando logra que dejemos el egoísmo y trabajemos por la unidad en medio de la diversidad y la adversidad, como lo diría concretamente:
La nota básica de la unidad eclesial se fundamenta y define desde la ontología y la teología creacionista. Por ser la Iglesia la comunidad de los creyentes, que imita y testifica la comunión trinitaria de Dios, la estructura de esa unidad tiene que responder a la unidad de Dios. Y como la experiencia divina trinitaria demuestra que la forma suprema de la unidad es el amor que unifica lo diferente, la unidad eclesial no debe entenderse según el modelo de la suma uniformadora o mezcladora de lo particular y distinto. La Iglesia es una comunión en la cual, por virtud del Espíritu de Cristo, las personas no se definen por su oposición, sino por su colaboración y servicio mutuo, y así llegan a una comunión nueva de fe, esperanza, amor, celebración, plegaria, sufrimiento y actuación. Cfr.  (VI, 1965)

     
De igual manera vemos que el amor implica una confesión de esa unidad dentro de la diversidad entonces veamos que es la Unidad Confesional:

La unidad concreta y externa de la Iglesia católica es una unidad triple, que se fundamenta <en la confesión de una fe, en la celebración común del servicio divino y en la armonía fraterna de la familia de Dios>. A esta triple unidad sirve especialmente la triple función del ministerio episcopal (el ministerio de la doctrina, de la dirección y de la santificación) la predicación creyente del evangelio, la administración de los sacramentos y la dirección en el amor.  La unidad eclesiástica es una unidad en la pluralidad, porque la propia Iglesia es un fenómeno multiforme y complejo. La unidad se constituye de forma diversa por cuanto los procesos fundamentales de la misma Iglesia son diferentes (martyria, leitourgia, diakonia). Y es una realidad articulada, porque la Iglesia existe en formas básicas diferentes, mutuamente relacionadas (Iglesia doméstica, Iglesia local, Iglesia episcopal, Iglesia universal). (VI, 1965)
También existe la unidad que no es uniformidad, ni simplemente confesionalidad es la unidad interconfesional:

Esta Iglesia (de Cristo), constituida y ordenada en este mundo como una sociedad, permanece en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con Él, aunque puedan encontrarse fuera de ella muchos elementos de santificación y de verdad que, como dones propios de la Iglesia de Cristo, inducen hacia la unidad católica. La verdadera Iglesia de Cristo y la Iglesia concreta, histórica y socialmente organizada de este mundo, no deben separarse ni disociarse, que la Iglesia católica representa al menos una forma de manifestación sustancialmente fiable de la Iglesia de Cristo, pero que no reúne en si de forma exclusiva todo el simbolismo eclesial y que cual signo eclesial, más bien necesita de una renovación constante y de un avance continuo hacia la unidad perfecta. (VI, 1965, pág. # 8)
Así como la fuerza del amor, que no es otra cosa que la presencia del Espíritu Santo crean y recrean la unidad, de igual manera, generan en la Iglesia la apostolicidad. Que consiste en reconocer su institucionalidad y su devenir en el tiempo: “Instituciones de la apostolicidad: la peculiar apostolicidad de la Iglesia consiste en las funciones mutuamente relacionadas de Sagrada Escritura, tradición creyente eclesial (especialmente de la regla y de la confesión de fe) y ministro episcopal”. De  esta manera se comprende lo que comúnmente llamamos en nuestra Iglesia la sucesión apostólica que consinte en:
La sucesión Apostólica de los Obispos es una nota esencial de la Apostolicidad de la Iglesia, porque expresa de una manera institucional específica la estructura sacramental de tradición y sucesión: la tradición se da aquí en forma de un ser elegido, de una delegación y de un testimonio personales. Y la sucesión acontece aquí (mediante la consagración y la imposición de manos) como servicio a la palabra, que se ha de proclamar y transmitir. De ahí que en el ministerio episcopal coincidan la persistencia en la palabra apostólica (el especial cometido eclesiástico del obispo) y la sucesión del apóstol en el testimonio autorizado. Cr. (II, 2003)


La santidad de nuestra Institución
     La Iglesia es santa como nos lo recuerda (Ef. 5,26) no sólo en su cabeza, sus junturas y sus ligamentos, sino también en sus miembros que ha santificado el bautismo. Cierto que somos pecadores, los que hacemos parte visible de la iglesia, pero eso no le quita su esencia natural que es la Santidad, porque su fuerza se llama Espíritu Santo y su cabeza Jesucristo, muerto y resucitado ( cfr. 1Cor. 5,12); pero estamos  desgarrados entre el pecado y las exigencias del llamamiento que los ha hecho entrar en la asamblea de los santos ( Hch 9,13). A ejemplo del maestro no los rechaza y les ofrece el perdón y la purificación (Jn 20, 23; St 5, 15s; 1Jn 1, 9). Sabiendo que la cizaña puede convertirse en trigo en tanto la muerte no haya anticipado para cada uno la ciega; todos venimos con la inclinación al mal, o como lo diría Pablo, con el aguijón de la concupiscencia, pero Dios es misericordioso, compasivo, paciente y astuto para lograr nuestra conversión (cfr. Mt 13, 30)  como lo trabajos en temas anteriores: La iglesia no tiene su fin en ella misma: conduce al reino definitivo, por el que la sustituirá la Parusía de Cristo y en el que entrará nada impuro (Hch 21, 27; 22, 15) . Las persecuciones avivan su aspiración a transformarse en Jerusalén celestial


     La Iglesia, creación de Dios, construcción de Cristo, animada y habitada por el Espíritu Santo (1Co 3, 16; Ef 2, 22). Está confiada a hombres, los apóstoles escogidos por Jesús bajo la acción del Espíritu Santo  (Hch 1, 2) y luego los que, por la imposición de las manos, recibirán el carisma de gobernar (1Tm 4, 14; 2 Tm 1, 6) De igual forma, la iglesia,  es guiada por el Espíritu Santo (Jn 16, 13) Es columna y soporte de la verdad 1Tm 3, 15) es decir, de enunciarlo y explicarlo sin error. Constituida cuerpo de Cristo por medio del Evangelio (cfr.Ef 3, 6;  Ef .4, 5)  nutrida con un sólo pan (1Co 10, 17) reúne en un solo pueblo (Ga 3, 28) a los hijos del mismo Dios y Padre  (Ef 4, 6) elimina  las divisiones carnales, del hombre viejo, reconciliando en un solo pueblo a judíos, griegos, paganos, gentiles y podríamos decir hoy, cristianos  (Ef 2, 14 Ef 2, 14) Esta unidad es católica, como se dice desde el siglo II; está hecha para reunir todas las diversidades humanas  (Hch 10, 13) para adaptarse a todas las culturas   (1Co 9, 20s) y abarca el universo entero (Mt 28, 19).
Por eso  el reto para  el hoy de la historia, es dejarnos mover por el Espíritu Santo, para que haciendo buenas obras, los demás glorifiquen la santidad del Padre.










Bibliografía

II, J. P. (17 de Abril de 2003). www. Vatican va. Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia - La Santa Sede . Obtenido de www. Vatican va. Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia - La Santa Sede : https://www.google.com.co/search?q=La+sucesi%C3%B3n+Apost%C3%B3lica+de+los+Obispos+es+una+nota+esencial+de+la+Apostolicidad+de+la+Iglesia%2C+porque+expresa+de+una+manera+institucional+espec%C3%ADfica+la+estructura+sacramental+de+tradici%C3%B3n+y+sucesi%C3
VI, P. (1965). El Pueblo de Dios. En P. VI, Lumen Gentium (págs. 34-108). Vaticano: BAC.


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